Máxima sensibilidad

Que bueno es viajar, mas aún cuando se puede hacer un recorrido que exija tu capacidad sensorial.
Estuve en el sur de mi país, Argentina. Me saturé de paisaje, me oxigené la sangre y vibré con la imponencia de la naturaleza. Comí de todo, probé manjares, disfruté de los sabores locales y dejé derretir el chocolate en mi boca. Me relajé con el sonido del agua de lagos y arroyos cristalinos. Llené mis ojos de colores y más colores, de tonos y combinaciones, de la habilidad del hombre para convivir con su entorno sin dañarlo y cuidándolo. Aprendí de la naturaleza, me sorprendí con los bosques, sentí orgullo por ser de estas tierras, envidia por vivir tan lejos y melancolía por los recuerdos que estoy obligado a llevarme cada vez que regreso.
Hay lugares donde escribimos nuestra historia y a partir de ese momento dejamos algo allí que sentimos propio. No entiendo muy bien por qué este viaje lo sentí tan profundo. Quizás por volver a compartir con toda mi familia, quizás porque me doy la oportunidad de ser mas sensible y abierto para nutrirme de todo lo que me rodea, quizás porque era justo lo que necesitaba.
Mi regreso fue pensativo, con la tranquilidad de saber qué es lo que quiero. Antes de aterrizar, un bonus, contemplé fuegos artificiales desde arriba, muy arriba, una experiencia gratificante para alguien que intenta tener un punto de vista propio ante las cosas que vive.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me gusta me gusta,

aguante la sensibilidad,

demi :D

Más para leer

Chupate esa mandarina

Perderse y encontrarse.

Seamos libres, lo demás no importa nada.