Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2016

Perderse y encontrarse.

En este viaje me hice un amigo. Lo conocí en el aeropuerto, viajaba solo. Sin darme cuenta empecé a cruzarme todo el tiempo con aquel muchacho. Llegué a conocerlo. Soñador, sensible, salpicado con angustia, divertido, charlatán, inocente, curioso, agradable, nervioso, ansioso, desconfiado, responsable, amiguero, compañero, remolón, feligrés del amor y la familia. Valiente para muchas cosas, muy cagón para otras. Tipo raro, cuesta entrarle. Pero cuando lo conocés te das cuenta que es un dulce de leche. Después de unos cuantos días me confesó que se había perdido. Por eso andaba tan lejos de casa. Ahí empezamos a coincidir, porque yo le conté que a mi me mandaron a buscar a alguien que andaba perdido. No me dieron muchas especificaciones. Sólo me dijeron que confíe en mi. Que iba a encontrarlo si hacía eso. Y acá estamos, yo conmigo. Aprovechando hasta el último minuto del viaje en el que salí a buscarme y me encontré. Por suerte me encontré.

El bunker de la profesora Angustia.

Imagen
La Angustia está en el subsuelo. De vez en cuando te manda llamar, te obliga a acompañarla un rato. Tiene mala fama la Angustia, porque habita en un lugar sin luz, ni ventanas, ni aire fresco. Un lugar donde no hay mucho para ver. No hay distracciones. Sin embargo, me di cuenta que ese lugar tan espantoso, es un aula. La Angustia, como toda maestra exigente, es temida y odiada por sus alumnos. Pero con el tiempo nos damos cuenta que es una profesional con gran dedicación, que te obliga a visitarla en el momento que lo necesitás. Su aula brinda las condiciones necesarias para ayudarte a reflexionar. Para que no te distraigas. Para que puedas aprender. En definitiva, para que puedas crecer. Una vez aprendida la lección, nos deja volver al suelo. Ese lugar donde, de vez en cuando, la vida puede pisotearnos. Cuando eso pasa, volvemos al bunker con la respetada profesora Angustia. Un poco para aprender. Un poco para protegernos.