El que soy con Ernesto.

Culminado el esfuerzo, consecuencia del trabajo, el cansancio ganó la partida.  Fusible del cuerpo y de la mente. Avisa que es tiempo de reposar, cargar energías, liberar la mente, descomprimir la autoexigencia.
La amistad me la dio la vida. Nos hicimos el rato y la dejamos andar... al alma. Que es la mas sabia de las ideas. Cuando se le da espacio se agranda. Por lo general no vuelve a achicarse. Por eso los que se dan el tiempo son tan grandes.
Entonces aparece. Sin invitación, porque no la necesita. Yo le dije: "Tomate 15 minutos para vos y después vamos". Pero esos minutos eran para mi. Él lo sabía. Siempre sabe Ernesto. Pero me deja, o me acompaña, o lo aprovecha.
Nos hace bien. Somos así. Disparamos directo al corazón. No herimos. Limpiamos. Porque intentamos eliminar todo lo que anda molestando. Con coraje. Porque los monstruos que imaginamos son enormes.
Cuando decimos, nos escuchamos. A uno mismo y al otro. Cuando le respondemos, pensamos y nos conectamos.
Así andamos charlando. Como dos tontos. Como dos nenes. Como dos hombres. Como nos sale. Como nos gusta.
Vamos entendiendo quienes somos. Porque somos muchos en uno. Pocos tan puros, como el que soy con Ernesto.

Comentarios

Más para leer

Chupate esa mandarina

Perderse y encontrarse.

Seamos libres, lo demás no importa nada.